sábado, 3 de enero de 2015

[Página 42] El lienzo de los malditos

Alan suspiró y miró hacia el lóbrego techo que tantas noches y mañanas contemplaba, dejando pasar las horas, presa de su imaginación.

-Supongo –expresó cabizbajo.

-Seguro que guardas algo dentro de esa cabecita de escritor lunático.

-Me parece que aquí el más lunático eres tú.

-Puede – rió Jack entre dientes -, pero yo por lo menos no me vengo abajo por este tipo de 
situaciones. Si el mundo me da la espalda, le doy por el culo y  si me atosiga o me jode, simplemente lo muerdo como una manzana. Tú, en cambio, te dejas llevar y encajas estos golpes con muecas depresivas. Pobrecito- dijo con sorna mientras se restregaba los párpados como un bebé a punto de sollozar.

-Jack, a ti no te irán las palabras ñoñas pero a mí, aunque no lo creas, esos gestos de burla me la su…me resbalan.

-¿Qué ibas a decir, que te la sudan? ¡Joder, sí! Eso es lo que quería escuchar. Revuélvete de una puñetera vez – Jack se excitó con aquellas palabras.

-Solo ha sido un lapsus, ya sabes que no me expreso así.

-Y una mierda, aunque digas lo contrario, todo esto te tiene hasta las narices, igual que a mí.. ¡Uy!, perdón, he querido decir: hasta los cojones. Así que lo normal es que desees estallar como una maldita bomba, y al carajo el que pille la onda expansiva. Qué alivio, ya empezaba a creer que tenía por compañero a un invertido.

-¿Invertido? – se volvió Alan.


-Un maricón, un bujarra, un sarasa… so incrédulo. 

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