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sábado, 13 de septiembre de 2025

[Página 42] Hijos de la mente - Orson Scott Card

 Si yo no pude, ¿Cómo podrías haberlo hecho tú? 
-Ni siquiera quise detenerlo -dijo Ender-. Quería que fuera. Era la culminación de la ambición de su vida. 

-Ahora lo sé. Es verdad. Fue buena que fuera, incluso fue bueno que muriese, porque su muerte significó algo, ¿verdad?
-Salvó a Lusitania de un holocausto.
-Y llevó a muchos a Cristo.- Se echó a reír, la vieja risa, la risa irónica que él había llegado a apreciar tanto por ser tan rara-. Árboles por Jesús. ¿Quién lo habría imaginado?
-Ya lo llaman San Esteban de los Árboles.
-Es prematuro. Hace falta tiempo. Primero debe ser beatificado. Ante su tumba tendrán que producirse milagros de curación. Créeme, conozco el proceso. 
-Los mártires no abundan últimamente-dijo Ender-. Será beatificado. Será canonizado. La gente rezará para que interceda ante Jesús por ellos, y funcionará, porque si alguien se ha ganado el derecho a que Cristo le oiga es tu hijo Estevão.
Las lágrimas corrieron por las mejillas de Novinha, aunque volvió a reírse. 
-Mis padres fueron mártires y serán santos; también mi hijo. La piedad se saltó una generación. 
-Oh, sí. La tuya fue la generación del hedonismo egoísta. 

Finalmente se volvió, las mejillas sucias de lágrimas, con aquel resto sonriente y esos ojos cuya mirada penetraba en su corazón. La mujer que amaba. 

-No lamento mi adulterio -dijo-. ¿Cómo puede personarme Cristo si no me arrepiento? Si no me hubiera acostado con Libo, mis hijos no habrían existido. Sin duda Dios no desaprobará eso. 


jueves, 4 de septiembre de 2025

[Página 42] Mission 005 - Enrique Calvo

 8 

El ojo del mundo


El cuelo se partió con lentitud. 

No fue una fractura brusca, ni un evento que los sentidos humanos pudieran describir con certeza. Fue una grieta invisible que se abrió en el tejido del aire mismo, como si el planeta, en lo más profundo de su pulso milenario, reconociera que algo extranjero -aunque esperado - había comenzado a descender- 

Desde la capa superior de la atmósfera, Mimi emergía como una figura hecha de luz y ausencia, su silueta apenas perceptible entre las nubes que se abrían a su paso, formando espirales concéntricas que se retorcían con una cadencia lenta y mecánica. El viento cambió de dirección. El aire, antes estático, comenzó a girar en torno a ella como si obedeciera una coreografía antigua, impresa en la memoria geológica del planeta.

Las aves que aún sobrevivían en las alturas - espectros grises, deformes, arrastradas por mutaciones sin historia - de dispersaron sin emitir sonido. Los sensores naturales de la Tierra, sus fibras más íntimas, sus capas de silencio dormido, comenzaron a vibrar. En las raíces de árboles agrietados, en el canto de los insectos mutilados, en la corriente subterránea que rozaba los huesos de las civilizaciones extinguidas... algo se activó. Mimi se acercaba. 

Su cuerpo descendía con solemnidad. No era un cuelo. Era una procesión vertical, una caída decidida no por la fuerza de la gravedad, sino por la fuerza de un vínculo imposible de resistir. La Tierra no la llamaba con palabras, ni con imágenes. La llamaba con el peso del tiempo. Con el hambre de redención. Con la necesidad de ser vista.

Y ella, desde lo alto, miraba. 

Bajo ella, el planeta se extendía como un cadáver que aún respiraba: hermoso y trágico, vivo en algunos tramos, moribundo en la mayoría. Desde su altura, distinguía las franjas de ceniza que cubrían las viejas ciudades deshechas, los bosques deformados por el paso del calor y la radiación, los cursos de ríos detenidos, los lagos oscuros como ojos ciegos.  




jueves, 24 de julio de 2025

[Página 42] La ingeniosa investigadora Ana Quesada

 Eso era un alivio. La señora Herrero pidió que Ana participara en una videollamada con el resto de los miembros de ese pequeño lobby. Efectivamente, todas eran mujeres con pequeños negocios rurales: tiendas alojamientos rurales, puestos de alquileres de bicicletas, quads, canoas y otros artículos de aventura, etc. A todas les parecieron aceptables las condiciones, a pesar de que a alguna se le hacía cara la tarifa, y dieron el visto buena para el comienzo de la investigación. Carolina se despidió sin aceptar la invitación de Ana a tomar algo, ya que tenía que volver al pueblo antes de anochecer, y marchó enseguida después de firmar los papeles del contrato. 

Ana se quedó sola, y le entró vértigo. Efectivamente, contra lo que se iba a enfrentar no eran aspas de molino con un bonito fondo verde. No era una pequeña e inocente empresa familiar llena de ilusión por mejorar el futuro de una zona rural. Era un gigante financiero con muchos y largos brazos, capaz de cambiar voluntades y convertir crímenes ecológicos en bondades y al revés, con el único objetivo de sanear sus balances o incrementar sus beneficios. 

Pero solo quien se arriesga es la que puede conseguir el triunfo. La que escarba encuentra, aunque pueda quedar sepultada en la tierra que remueve. Aquella era una oportunidad para hacerse un nombre de investigadora, y solo una fracasada la desaprovecharía. Y ella quería labrarse un nombre, uno que fuera reconocido allá donde fuera pronunciado, independientemente del acento.

Y sabía dónde  empezar a labrar su futuro en aquel caso. Su primera visita en su investigación sobre la mina de uranio sería una de las principales fuentes de información local, que conoció durante sus estudios universitarios y que quería mantener cerca, No era otro que Carlos Fuentes, periodista en "El Adelantado de Salamanca", periódico de larga tradición local y, no por casualidad, propiedad de la familia Martínez. 

Carlos había sido compañero de Ana en el máster de detectives. Él no venía de la criminología ni del derecho, como Ana. Él hizo el máster como una especialización de sus estudios de periodismo, con la idea de convertirse en una periodista de sucesos, investigación y crónica negra.



jueves, 17 de julio de 2025

[Página 42] Circo. La troupe y el maestro del espanto - J.J Tapia

Ya mismo salte de las redes y chats. Quédate fuera de línea por si recibes mensajes de Gyula, Endre o de alguien más de la troupe.—¿No te parece que si buscaran eso ya nos lo hubieran hecho? — plantea para que no la obligue a desconectarse.—No. Apenas exploraban una pista. Y no la van a dejar después de la cara que pusiste frente a la casaca de rombos. Ariadna maldice de nuevo el no haber disimulado mejor.-¿Y cómo les avisamos? - pregunta resignada. -Desde un teléfono público lejos de casa - con eso cierra toda posible conexión, y en Ariadna, la esperanza de saber qué pudo haberle escrito Tamara. 
Emma se ocupa de contactar al circo y lo hace como dijo, en una gasolinera en la otra punta de la ciudad y con la persona de mayor confianza de la troupe. 
-¡Hola!-¿Emma? - A Gyula le cuesta reconocer la voz en el saludo, pero lo intuye. -Umm...No. -Se niega a dar nombres-. Solo una joven que soñaba con Romeo subiendo hasta el balcón para que al final se le cayera del techo - anécdota risueña de la juventud a poco de conocerse, cuando el circo estaba por un pueblo perdido de Brasil y ella vivía allí con la familia por el trabajo del padre. -Tu esperabas la llega de Romeo, y yo era Tarzán, ¡ja, ja! Me alegró  tanto de saber que le contaste cómo nos conocimos. -Lo sentí  necesario. Para reconciliarme por lo que le oculté tontamente durante la infancia y po ese estúpido rencor contigo. -No merecía otra cosa. - Un breve silencio ocupa la línea, y en ambos lo prefieren como respuesta-. ¿Cómo están y a qué se debe la sorprendente llamada?Emma se tienta por soltarse a conversar. En once años no pudo hacerlo. Cada uno rehízo su vida, pero también siente que le quedaron tantas cosas por descubrir en aquel ser elemental que amó y que, luego de tomar distancia, nunca se lo pudo explicar. 


jueves, 3 de julio de 2025

[Página 42] Casa de muñecas - Patricia Esteban Erlés

 Abuela

Cada día al despertarse nuestra abuela se pintaba el pelo, las cejas, unas gafas de metal para ver de lejos y un anillo de zarina que le daban vueltas en el dedo, como si fuera heredado. Iba pintando como quien teje el mundo la cama de dosel de la que se incorporaba sin prisa, las zapatillas blancas de tacón que se calzaba, una puerta dorada como marco de espejo que crujía al abrirse. Salía al vacío y bosquejaba ante sí un corredor oscuro, cuajado de retratos antiguos de gente a la que nunca conoció porque también acababa de inventársela. Caminaba majestuosa por aquel pasillo con el lápiz de gradito en la mano, buscando con su cetro la pared donde dibujaría esa mañana la cerradura de nuestra habitación. Desde allí se asomaba curiosa al otro lado. A veces mi hermana y yo seguíamos esperándola temblando en camisón en el centro de la estancia. Otras, el frío de la noche, tan intenso, había logrado borrarnos del todo. 




lunes, 28 de abril de 2025

[Página 42] Hijos de Brin - Nicholas Avedon

Vincent siguió hablando durante horas sobre el mundo posterior a la partida de nuestra nave. Jamás, en toda mi vida, había estado tan atento como entonces, porque hablaba de todo lo que nos habíamos perdido. Comprendimos que estábamos aislados y que todo aquel extenso universo que ahora se abría antes nuestros ojos nos estaba prohibido porque nuestra querida nave-hogar se había convertido en un cascarón dentro de un estanque. Ni siquiera estábamos seguros de que al cabo de los años que nos quedaban de viaje, si es que no había más contratiempos, pudiéramos establecer una colonia en Procyon. 

Entendí entonces el porqué de la expresión de mi padre y sus temores mal escondidos. El frágil equilibro de Veluss se basaba en un objetivo común: un sacrifico de varias generaciones para lograr un futuro próspero para sus hijos; pero ¿qué ocurriría si no había tal futuro? Todavía no alcanzaba a imaginar todas las implicaciones de aquello, pero estaba seguro de que el consejo ya lo había visto con claridad y por eso nos habían encerrado y aislado. 

Recuerdo que fue en aquel momento cuando me percaté de que no volveríamos a salir hasta pasado un largo tiempo; como mínimo el tiempo necesario para preparar a la población de Veluss para que pudiera digerir una noticia como aquella. Pero ¿y si no se hacía público? ¿Y si la mejor forma de manejar la situación era mantenernos en silencio hasta llegar a Procyon? ¿Y qué mejor manera que tenernos encerrados? 

Pensé en Susan y en Marga, mi segunda opción de pareja. Nunca había pensado el significado de perder mi futuro, de no formar una familia. Ahora que mi vida empezaba a no ser tan predecible, la incertidumbre me aplastaba. Pensé en lo que había asumido que serían mis responsabilidades. Todo ese mundo ordenado y metódico que ahora quedaba al margen de mi vida. Tragué saliva y me dije a mí mismo que todo aquello era irrelevante, al menos durante un tiempo. 




lunes, 21 de abril de 2025

[Página 42] El amor huele a café - Nieves García

 Las clases serían de una hora, de lunes a jueves, durante el último trimestre del año. No se necesitaba gran experiencia ni títulos específico, pero sí capacidad para hacerse entender y una paciencia infinita. Durante la entrevista, Helia argumentó que reunía esas características porque su sueño desde pequeña era convertirse en profesora. El seleccionador debió de creérselo porque finalmente Helia fue la elegida, si bien ella se convenció de que la llamaron por falta de candidatos. 

Con el pequeño sueldo que ganaba, Helia se compraba libros antiguos y merendaba sus dulces favoritos en El Confidente. Pero, sobre todo, ahorraba. En cuanto terminara sus estudios de Filología Española se marcharía a Londres, una ciudad suficientemente grande y llena de gente como para pasar inadvertida y empezar una nueva vida. 

Helia se aproximó a la barra y empezó a sacar monedas de su cartera. 

-Déjalo, preciosa. Te invito - dijo Miguel con una gran sonrisa.

La sorpresa la dejó muda durante unos segundos y el silencio la obligó a soltar algo rápidamente, sin pensar:
-¿Por qué?

-Jo, tía, qué borde. ¿Por qué eres así?

"Imbécil", pensó ella.

-Siempre tan seria y tan sola...

"¡Imbécil!".

-¿Te ha comido la lengua el gato?

"¡Imbécil, imbécil, imbécil!".




sábado, 22 de marzo de 2025

[Página 42] Lágrimas negras de Brin - Nicholas Avedon

 Carnes, varios tipos de pan, mermeladas, frutos secos. Grimm jamás había visto tanta comida junta en una mesa. Tampoco tenía demasiada hambre, pero si curiosidad por probar todo aquello, desconocido para él, así que terminó atiborrado y satisfecho. El sirviente que lo atendió no quiso interrumpirlo y se ocupó amablemente de responder cualquier consulta relativa al desayuno; pero dada su actitud distante, Grimm no tuvo valor para preguntarle sobre su propio destino. 

Al terminar, observó el comedor con más detenimiento. Había un retrato de Alanna colgado en la pared frente a él. Con un fondo oscuro, su rostro pálido y sus ojos azul y marrón destacaban por encima de cualquier otro detalle. Vestía un traje ceñido que le ocultaba casi toda la piel y se cerraba por encima del cuello. El vestido también cubría la mayor parte de sus brazos, dejando solo visibles las manos, con las uñas pintadas de negro. 


En el cuadro llevaba los labios negros y los ojos tenían una línea muy marcada alrededor, Su mirada, penetrante y severa, se parecía mucho a lo que recordaba de los días anteriores, como si el retrato fuera muy reciente o ella no hubiera cambiado lo más mínimo. Sin ropa, su cuerpo elástico hablaba por si solo; en el retrato y con aquellas vestiduras parecía mucho mayor pero comparada con su viejo maestro o el director del orfanato asemejaba ser casi tan joven como él. A ambos lados del cuadro de Alanna había otras pinturas que representaban animales. Un caballo blanco con alas que impresionó a Grimm. Un dragón de color rojo y dorado, un caballo con un cuerno en la frente de color plateado, y el que más lo impactó: una hermosa muchacha con cola de pez. Su torso desnudo era el de una mujer, tal como Grimm la había descubierto, pero del ombligo para abajo estaba recubierta de escamas, y en vez de piernas, tenía una larga cola acabada en una aleta. Lo que más lo fascinó fue el hecho de que de cintura para arriba fuera muy parecida a Alanna, incluyendo sus ojos, cada uno de un color. 

Preguntó al sirviente cómo se llamaba, ya que se sentía incómodo con que alguien le sirviera y más aún si no conocía su nombre.




jueves, 20 de febrero de 2025

[Página 42] 11,4 Sueños Luz - Nicholas Avedon

RECUERDOS DE FAMILIA

Había quedado en ir a buscar a Roberta. El último día había tenido problemas para pasar la seguridad y tuvo que pasar dos horas retenida en el control de seguridad del edificio. No la dejaron pasar porque no les convenció mi credencial de acceso. Al fin y al cabo, pese a mi dinero y a mi fama, seguía siendo un ciudadano con un visado de clase B que no hacía más que invitar al edificio a mugrosos de la ciudad. No les gustaba. Por lo general, era yo quien iba a buscarlas a sus casas para evitar ese problema, porque nunca me dirían nada a la cara, eran muy civilizados. Recordaba bien sus miradas en el ascensor las primeras semanas, hasta que adopté sus costumbres y su acento seco y formal. Sus gestos, su lenguaje no verbal, pensado para la máxima cortesía sin contacto.


Era extraño volver a verla bajo el calor abrasador de aquel día. La luz natural no le favorecía en absoluto. Bajo el sol era simplemente una mujer joven más. Cuando volvió su rostro hacia mí y me reconoció, no sonrió, pero algo imperceptible en ella cambió. Utilizó las arcaicas maneras francesas de hacía siglos para saludarme y nos acomodamos en mi vehículo. El viaje hacia mi apartamento fue incómodo como en otras tantas ocasiones. Sabía que el lujo de aquel vehículo era excesivo para la mayoría, habituadas al hacinamiento del transporte público, a las multitudes sudorosas y a los empujones. Lo peor era la mirada de los cientos de mendigos en las intersecciones tras las rejas que protegían las vías de pago. 



lunes, 10 de febrero de 2025

[Página 42] Puntuando el amor -Cristina Prieto

En estos casos tenemos la costumbre de no saludarnos y de dar por hecho que la otra persona esta ocupada, así que me dirijo a Sara con delicadeza hasta mi cuarto y cierro la puerta sabiendo que eso bastará para que mi compañera de piso no moleste.

Tardamos apenas veinte segundos en oír la música que se ha puesto Lorena para no escucharnos follar. Sonrío, agradecido por su existencia y por las facilidades que me brinda al vivir con ella. 


-Mi compañera de piso - le susurro a Sara -. Así podemos hacer todo el ruido que queramos.


El comentario parece gustarle a la chica, que juguetea con los botones de mi camisa. 

Me entrego a mi tarea de ese momento: eliminar cualquier prenda de ropa que se pueda interponer entre nosotros. Pero justo cuando me pongo al lío... la palabra "Huracán" se me tatúa en la mente, petrificándome. Se me traban las manos con el cinturón de Sara y me doy cuenta de que llevo un par de segundos sin moverme ni un milímetro.

-¿Estas bien? - me pregunta la chica, extrañada.

Menos mal que estamos en penumbra y no ha podido ver mi expresión, porque tiene que ser un poema. Carraspeo. 

-Sí, perfectamente. ¿Seguimos?

-Por supuesto - ronronea, y me besa de nuevo. 

"Los preliminares, listillo!, dice una voz en mi cabeza a la que, no sé por qué, me veo obligado a hacer caso. 

Bajo los brazos y recorro su torso desde la cintura.




lunes, 3 de febrero de 2025

[Página 42] Obscure: Antología del mal

Corría sin cesar por un sendero en pleno campo que parecía no tener fin. No podría aguantar la respiración. Ese ser me perseguía y cada vez lo sentía más cerca. Su presencia era omnipresente a cada caso que daba.

Logré divisar un pequeño pueblo en el que pediría ayuda. Tan solo quedaban unos pocos metros para que el camino acabase y pudiera gritar auxilio. 

No quería mirar hacia atrás, pero lo hice. No veía nada, tan solo campo. Pero sabía que estaba allí.

Cada vez tenía la respiración más entrecortada y me costaba seguir el ritmo. No podría parar. Necesitaba llegar hasta alguna casa en la que poder llamar por teléfono para pedir ayuda. 

Seguí corriendo y llegué al final del sendero. Vi un cartel en el que se indicaba que estaba en una propiedad privada. ¿Un pueblo podía ser propiedad privada? No pensé, continué corriendo hasta llegar a la plaza principal del pueblo. 

Las campanas de la iglesia replicaron. Miré el reloj, marcaba las 11:20. El replicar de campanas cesó y el silencio se apoderó del lugar.

A mi alrededor no divisaba a nadie. Sentí un frío que me recorrió la espalda y me paré en seco en el centro de la plaza del pueblo. Parecía como si el tiempo de hubiera parado . Allí estaba su iglesia, dominando el lugar con su alta torre en la que hace unos minutos repicaron las campanas. Alrededor de la iglesia había una hilera de casas bajas en muy malas condiciones. El paso del tiempo había hecho mella en ellas y parecía que, de un momento a otro, se iban a desplomar dejando atrás los recuerdos de quien las hubiera habitado.

Al final de la plaza había una fuente de la que emanaba un hilo de agua. Aproveché y repuse fuerzas bebiendo un poco de su agua. Su sabor era limpio, me recordaba al agua que una vez bebí directamente de un manantial. 

Aún me sentía agitado. Mi persecución había cesado, aunque seguía sintiéndome observado. 




jueves, 9 de enero de 2025

[Página 42] Besos de canela y hielo - Estela Bescós

[...] -Ya te lo he dicho, Crosby, eres algo así como una leyenda viva en este pueblo, ¿no lo sabías?

Cassie frunce el ceño ligeramente, y analiza la expresión de Micah. De cerca, distingue cómo aparece un hoyuelo en su mejilla derecha cuando sonríe y cómo esos ojos que parecen marrones en la distancia revelan una infinidad de tonalidades en la proximidad. Cuando Cassie se da cuenta de que se ha quedado mirándolo demasiado tiempo, sacude la cabeza y aparta la mirada. Cuando vuelve a levantarla, Micah sigue sonriendo y, pese a que hay curiosidad y diversión en esos ojos, no encuentra nada más. Su pregunta es honesta, como si de verdad le confundiera que Cassie no sea consciente de su fama en el pueblo. 

-Algo había oído, sí - acaba respondiendo. 

Su abuela había dejado caer algo del estilo cuando hablaban por teléfono, pero Cassie nunca había prestado demasiad atención a frases como "todo el mundo en el pueblo está ilusionado por las Olimpiadas" o "me han preguntado por ti en la panadería". Durante mucho tiempo, Green ville fue una especie de limbo para ella; un lugar que, pese a ser real, no se sentía como tal. La idea de que hubiera pasado de ser Cassie, la muchacha desconocida que solo conocían los vecinos más cercanos, a ser Cassandra Crosby, la patinadora que fue, consiguió un bronce olímpico entre otras cosas y ahora está de vuelta, se siente surrealista incluso ahora. 

-Sabía que estabas de vuelta - continúa Micah pasados unos segundos de silencio-, pero no te reconocí esa noche. La verdad es que no te he reconocido hasta que Quin nos ha presentado. 

Cassie se encoge de hombros, sin saber muy bien qué responder a eso. 

Se quedan en silencio durante un rato, y Cassie se sorprende cuando se da cuenta de que no es un silencio incómodo, del tipo que uno siente la necesidad de llenar. No sería difícil para Micah en realidad, no sería como si él fuera la primera persona en tratar de averiguar por qué ha decidido volver al pueblo de entre todas las cosas que podría haber hecho.






miércoles, 6 de noviembre de 2024

[Página 42] La voz de los muertos - Orson Scott

 -Pero, por todo lo que sabéis, ¿se reproducen por apareamiento? ¡O por mitosis!

Su tono era desdeñoso, y Libo no respondió con rapidez. Pipo sintió como si pudiera oír los pensamientos de su hijo, reestructurando una y otra vez su respuesta hasta que ésta fuera amable y segura. 

-Ojalá nuestro trabajo se pareciera más a la antropología física -dijo-. Entonces estaríamos más preparados para aplicar tu investigación sobre las pautas de vida subcelulares de Lusitania a lo que aprendemos de los pequeninos.

Novinha parecía horrorizada. 

-¿Quieres decir que ni siquiera tomas muestras de tejido?

Libro se sonrojó ligeramente, pero cuando contestó,, su voz continuó  tranquila. Pipo pensó que el muchacho no cambiaría de actitud ni ante un interrogatorio de la Inquisición. 

-Supongo que es una tontería - dijo Libro-, pero tememos que los pequeninos se preguntarían por qué tomamos pedazos de su cuerpo. Si uno de ellos enfermara después por casualidad ¿pensarían que nosotros causamos la enfermedad?

-¿Y si tomarais algo que ellos sueltan de forma natural? Se puede aprender mucho del pelo. 

Libo asintió; Pipo, que observaba desde su terminal al otro extremo de la habitación, reconoció el gesto: Libo lo había aprendido de su padre. 

-Muchas tribus primitivas de la Tierra creían que los despojos de sus cuerpos contenían parte de su vida y de su fuerza. ¿Y si los cerdis pensaran que estamos practicando magia contra ellos?

-¿No sabéis su lenguaje? Creía que algunos de ellos hablan también el stark.






viernes, 27 de septiembre de 2024

[Página 42] Survivor's Eyes - Chris Ekral




As she emerged from her home early the next morning, I sat perfectly still and watched. She stiffened when she saw my offering of a fresh fish and a rough bunch of wildflowers that I had picked on the way there and places, very obviously, in the middle of the clearing.


Instantly, she dropped to all fours and sniffed the air around, her eyes darting this way and that like a wild animal sensing danger. I laughed to myself as I thought of those nature documentaries that I used to spend hours watching.


Now it felt like I was living a scene from one and it all seemed faintly surreal, even by the crazy standars of what my life had become.


I did nothing but watch, discreetly: caution was my reaffirmed mantra. After a sufficient time had passed, she decided that there was no immediate danger and took the fish back inside; she left the flowers where they lay, wilting in the mud.


I approached her gome stealthily, half crawling, until I could smell cooking and even hear her singing softly to herself. I was no inbelievably sick of eating fish but somehow, the fish that she was making seemed different, more appealing. I was suddenly hungry, in a number of ways, and the aroma took me drifting off into a vivid daydream where we lived together in domestic bliss, and she was cooking the fish for me.




viernes, 20 de septiembre de 2024

[Página 42] Un reino feliz - Nicholas Avedon



 Y entonces sé que algo va mal.

Estoy de nuevo en el parking. En la planta -1. Es imposible, acabo de tomar la rampa de salida hacia arriba y, sin embargo, sigo allí. Enciendo la radio y no hay señal. Pienso que es normal, estoy bajo tierra.

*

Vuelvo a tomar la rampa de salida, esta vez la del otro lado, diciéndome a mí mismo que estoy atontado. Llevo todo el día aturdido. Qué imbécil.

Pero no. El mismo parking me espera, cada vez con menos coches. Busco la salida de nuevo y me doy tiempo para interpretar bien los carteles. Estoy tan tonto que debo estar dando vueltas y vueltas como un perro que busca su rabo. Busco. Busco, pero no encuentro ningún cartel rotulado con la salida. No veo ninguna flecha hacia arriba, ninguna rampa que suba. Ahora solo veo rampas hacia abajo. Doy vueltas y vueltas y cuando me quiero dar cuenta no veo a nadie en el parking, solo mi coche y algunas bolsas de plástico perdidas aquí y allá, que se mueven erráticamente y sin fuerza, a pesar de que en un lugar como aquel no debería haber corriente de aire. 

*

Allí donde estaba antes la entrada al entro comercial solo hay unos poyetes de cemento, pero al menos hay gente. Parecen estar esperando. Paro el coche y, sin quitar las llaves, me bajo a preguntar. Conforme me acerco a ellos con pasos rápidos, reconozco algunos rostros. Grises, ajados y descuidados. Me hacen señas para que me acerque. Ríen al verme, visten con harapos y las uñas de sus pies sobresalen de unos zapatos podridos.




miércoles, 11 de septiembre de 2024

[Página 42] Vidas TRANSgresoras -Ana Escudero Canosa

Osh-Tisch nació en 1854 en la tribu de los apsaróka o apsálooke, que se traduce como crow (cuervo). Osh-Tisch también era conocida como Maracota Jim. Desde temprana edad, Osh-Tisch sintió una identidad de género femenina, a pesar de haber nacido en un cuerpo masculino. Aunque inicialmente sufrió la oposición de sus padres, comenzó a vestirse con ropa de mujer. 

Dentro de la cultura apsaróka, existían personas conocidas como badé que  podían asumir roles tanto masculinos como femeninos y eran considerados puentes entre ambos géneros. Osh-Tisch fue una de estas badé y demostró ser muy versátil en sus habilidades, destacando tanto en la costura de pieles de búfalo como en la lucha en la batalla. Además, fue una excelente curandera, desde que una visión en su juventud le reveló ese don. 

En junio de 1876 participó en la batalla de Rosebus para vengar la muerte de su hermano, asesinado por los lacota. Llevaba como tocado un pájaro carpintero disecado en la cabeza y la frente pintada de amarillo. Sus proezas en dicha batalla fueron el origen de su nombre, Osh-Tisch, que significa "los encuentra y los mata".  Cabalgando directamente hacia los lacota, sin más armas que su bastón, les escupió gritando "Mirad, mi escupitajo son mis flechas".



miércoles, 4 de septiembre de 2024

[Página 42] Cuando era divertido - Eloy Moreno

 Cada noche, Ale y Ale, marido y mujer, miran hacia un mismo televisor pensando en cosas demasiado distintas. Uno de ellos ahora mismo tiene en la punta de la lengua la respuesta correcta del concurso que ven cada noche. L otra parte de la pareja piensa desde hace unas semanas en una persona que no es la que ahora mismo se sienta a su lado. Una persona que le hace sentir una ilusión que ya creía perdida. 

Piensa, mientras se muerde los labios, en todos los momentos nuevos que está viviendo: conversaciones serias que acababan en sonrisas; el rozar accidental de sus manos al coger el vaso de café de la máquina, las miradas a escondidas entre todos los compañeros de trabajo; esas pequeñas bromas de ordenador a ordenador, de móvil a móvil; esas coincidencias buscadas en el interior del ascensor...

Todos esos pensamientos le golpean en una conciencia cada vez más débil, más difusa; una conciencia que ya no es capaz de distinguir la frontera entre el intento y el engaño.



lunes, 26 de agosto de 2024

[Página 42] Tan poca vida - Hanya Yanagihara

La única persona con quien había compartido esa sensación, aunque solo fuera de manera tangencial, era Henry Young el Asiático. Un día que hicieron juntos el trayecto hasta Long Island City - de hecho, era Henry quien le había conseguido el espacio en el estudio-. subió al tren un chino delgado y con los tendones marcados que llevaba una pesada bolsa de plástico naranja caqui colgada de la última articulación de su índice derecho, como si no le quedara fuerza o voluntad para agarrarla de una forma más contundente. Se dejó caer con pesadez en el asiento, cruzó las piernas y los brazos, y se quedó dormido en el acto. Henry, a quien JB conocía del instituto - era hijo de una costurera de Chinatown y tenía una beca como él -, lo miró y articuló con los labios :"Le puede pasar a cualquiera"!, y JN comprendió muy bien la particular mezcla de culpabilidad y placer que sentía. 

Otra cosa que le encantaba de los trayectos diarios de la tarde era la luz, que llenaba el tren como algo vivo a medida que los vagones cruzaban traqueteando el puente, eliminando el cansancio del resto de los pasajeros y revelándolos tal como eran cuando llegaron al país, cuando eran jóvenes y Estados Unidos parecía un lugar conquistable. Observaba cómo esa luz amable envolvía el vagón como el sirope. Contemplaba cómo difuminaba los surcos de las frentes, bruñía los cabellos grises de oro, suavizaba el agresivo brillo de las telas baratas volviéndolas lustrosas y refinadas. Y entonces el sol se iba, el vagón se alejaba indiferente, el mundo regresaba a sus tristes formas y sus colores corrientes, y los pasajeros volvían a su habitual estado lúgubre, un cambio tan brusco y cruel que parecía obra de una varita mágica. 




martes, 6 de agosto de 2024

[Página 42] Horda - Ricardo Menéndez Salmón

 VI

Caminó hasta agotarse.

Desde la atalaya donde había enterrado al mono, en vez de regresar a la ciudad tomó el camino que circundaba la bahía y dibujaba una cicatriz junto a la costa. Siempre con el mar a su izquierda, como una promesa, se lavó manos y rostro en los pozos del viento. El frío limpió sus rutinas. Incluso se esforzó por mirar a los ojos de quienes se cruzaban en su camino, aunque los paseantes rehuían el contacto.

Tras cubrir los quilómetros de senda asfaltada y ascender la joroba de la última colina, antes de llegar al gran bosque de eucaliptos y a la pequeña cala que marcaba el final del camino, contempló el pecio anclado como un objeto venido de un mundo extinto, la quilla que apuntaba al cielo con absurda constancia. 




jueves, 25 de julio de 2024

[Página 42] El poder de la luz - Elisabetta Gnome (Fairy oak 3)

 Los niños salieron al jardín. Todos menos Pervinca. Vainilla y Flox trataron de convencerla, y yo también, pero no hubo manera: iba a quedarse en el aula y esperar a que las clases se reanudaran, era inútil insistir. 

-Venga, Vi - lo intentó aún Babú -. Estarás con nosotras, nadie se meterá contigo. Ven a ver la nieve. 

-No, de verdad, gracias - contestó, y abrió el libro de historia como diciendo: "Ahora voy a estudiar y no quiero que se me moleste".

Pero Babú era Babú...

-Si tu no sales, yo tampoco - dijo, sentándose junto a su hermana - , y si yo no salgo, tampoco sale Flox, así que las dos nos quedamos aquí contigo, aburriéndonos, mientras los demás se estarán burlando de nosotras.¿Estás contenta ahora?

-¡Madre mía, qué pesada eres, Babú!