lunes, 21 de abril de 2025

[Página 42] El amor huele a café - Nieves García

 Las clases serían de una hora, de lunes a jueves, durante el último trimestre del año. No se necesitaba gran experiencia ni títulos específico, pero sí capacidad para hacerse entender y una paciencia infinita. Durante la entrevista, Helia argumentó que reunía esas características porque su sueño desde pequeña era convertirse en profesora. El seleccionador debió de creérselo porque finalmente Helia fue la elegida, si bien ella se convenció de que la llamaron por falta de candidatos. 

Con el pequeño sueldo que ganaba, Helia se compraba libros antiguos y merendaba sus dulces favoritos en El Confidente. Pero, sobre todo, ahorraba. En cuanto terminara sus estudios de Filología Española se marcharía a Londres, una ciudad suficientemente grande y llena de gente como para pasar inadvertida y empezar una nueva vida. 

Helia se aproximó a la barra y empezó a sacar monedas de su cartera. 

-Déjalo, preciosa. Te invito - dijo Miguel con una gran sonrisa.

La sorpresa la dejó muda durante unos segundos y el silencio la obligó a soltar algo rápidamente, sin pensar:
-¿Por qué?

-Jo, tía, qué borde. ¿Por qué eres así?

"Imbécil", pensó ella.

-Siempre tan seria y tan sola...

"¡Imbécil!".

-¿Te ha comido la lengua el gato?

"¡Imbécil, imbécil, imbécil!".




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