Corría sin cesar por un sendero en pleno campo que parecía no tener fin. No podría aguantar la respiración. Ese ser me perseguía y cada vez lo sentía más cerca. Su presencia era omnipresente a cada caso que daba.
Logré divisar un pequeño pueblo en el que pediría ayuda. Tan solo quedaban unos pocos metros para que el camino acabase y pudiera gritar auxilio.
No quería mirar hacia atrás, pero lo hice. No veía nada, tan solo campo. Pero sabía que estaba allí.
Cada vez tenía la respiración más entrecortada y me costaba seguir el ritmo. No podría parar. Necesitaba llegar hasta alguna casa en la que poder llamar por teléfono para pedir ayuda.
Seguí corriendo y llegué al final del sendero. Vi un cartel en el que se indicaba que estaba en una propiedad privada. ¿Un pueblo podía ser propiedad privada? No pensé, continué corriendo hasta llegar a la plaza principal del pueblo.
Las campanas de la iglesia replicaron. Miré el reloj, marcaba las 11:20. El replicar de campanas cesó y el silencio se apoderó del lugar.A mi alrededor no divisaba a nadie. Sentí un frío que me recorrió la espalda y me paré en seco en el centro de la plaza del pueblo. Parecía como si el tiempo de hubiera parado . Allí estaba su iglesia, dominando el lugar con su alta torre en la que hace unos minutos repicaron las campanas. Alrededor de la iglesia había una hilera de casas bajas en muy malas condiciones. El paso del tiempo había hecho mella en ellas y parecía que, de un momento a otro, se iban a desplomar dejando atrás los recuerdos de quien las hubiera habitado.
Al final de la plaza había una fuente de la que emanaba un hilo de agua. Aproveché y repuse fuerzas bebiendo un poco de su agua. Su sabor era limpio, me recordaba al agua que una vez bebí directamente de un manantial.
Aún me sentía agitado. Mi persecución había cesado, aunque seguía sintiéndome observado.
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