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-¿Acaso pensáis que este mozo mio es algún inocente? Pues oíd, a ver si el demonio es capaz de una hazaá igual.
Se santiguaban los que lo oían y decían:
-¡Vaya!, ¡quién iba a pensar que un muchacho tan pequeño es capaz de tal ruindad!
Y reían mucho la ingeniosa burla de la paja del vino, le decían al ciego:
-Castigadlo, castigadlo, que Dios os lo premiará-
Así que, animado con aquellos consejos, el ciego no hacía otra cosa. Yo, entonces, lo llevaba adrede por los peores caminos para hacerle daño. Si había piedras, lo llevaba por ellas, y si había lodo, por lo más profundo; pues aunque o entonces no podía ir por lo seco, me alegraba de romperme un ojo con tal de romperle los dos a él, que no tenía ninguno. Con la punta del bastón el ciego me tentaba el cogote, así que siempre lo traía lleno de tolondrones y repelado de sus manos.
¿Qué os parece? ¿Os gusta?
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