Hacía tiempo que no hacía esta sección, y creo que es algo importante.
Descubrir nuevos libros es siempre algo bueno, así que os dejo por aquí una lista de las novedades.
Hacía tiempo que no hacía esta sección, y creo que es algo importante.
Descubrir nuevos libros es siempre algo bueno, así que os dejo por aquí una lista de las novedades.
Reinaba un silencio sepulcral.
—Es evidente que ya se ha ido —dijo Leila.
—Yo me quedo aquí —avisó su madre.
Cuando se hizo patente que el acechador nocturno no pensaba regresar de inmediato, empecé a relajarme.
Bostecé.
Por enésima vez deseé tener conmigo mi teléfono móvil para poder ver qué hora era o al menos jugar a algo para pasar las horas. Aunque de haberlo llevado encima, lo más probable era que a esas alturas la batería ya se hubiese agotado, teniendo en cuenta que el mío era el móvil más viejo de la casa. A veces pensaba que Noé, en su Arca, debía de tener un Nokia igualito que el mío. Resultaba imposible saber cuánto tiempo me había quedado adormilado. Y lo más probable era que Leila no hubiera podido ni siquiera cerrar los ojos ya que a mí me había correspondido el primer turno de sueño.
Se me puso de nuevo la piel de gallina, pero por suerte esta vez no era como consecuencia de oír ruidos misteriosos en la oscuridad, sino porque hacía bastante frío.
El silencio me estaba poniendo nervioso, de modo que me aclaré la garganta y hablé.
—Mmm…, estás perdido en una isla —dije , y solo tienes tres objetos contigo: un periódico, un trozo de cuerda y una chocolatina. ¿Qué harías con ellos?Leila rio.
—Lo del periódico es fácil. Lo doblaría para hacerme un sombrero con el que protegerme del sol… con una visera para no quemarme y acabar roja como una langosta.
—Si la cuerda fuese lo suficientemente larga, me tejería una hamaca —dijo la madre de Leila—. Y luego me tumbaría en la hamaca y me pondría a leer el periódico hasta que llegara alguien a rescatarme.
Sonreí.
—Lo de la chocolatina es lo más fácil. Yo me la comería.
—¡No! —exclamó la madre de Leila—. Yo la colocaría en un lugar estratégico para atraer bichos. He leído que, cuando estás en un sitio aislado sin nada de comida, los insectos son una fuente de proteínas excelente.
Autor: Jaco Jacobs
Páginas: 152
Título original: A good day for climbing trees
Editorial: SiruelaEl árbol del centro del universo
Me arrancó una sonrisa que me hizo sentir un poco mejor, pero pareció que no causaba el mismo efecto en nuestra hermana.
-Voy a por el fonendoscopio - concluyó Candela.
-¿Te lo has traído en la maleta?
-Nunca lo saco de la mochila.- Se encogió de hombros - . Llevo la medicina en la sangre.
Diez minutos más tarde, estaba sentada en el sofá de la habitación con Candela auscultando.
-Date prisa - le pedí-. Tengo muchas cosas que hacer.
-Ya serán menos, doña importante, que has pagado hasta para que te limpien el culo real - se quejó
Patricia, poniendo los ojos en blanco.
-¡Shh! Callaos ya, urracas. Respira hondo otra vez.
Patricia y yo nos miramos con ojos de cordero degollado mandándonos el mensaje mental de que Candela podía ser muy pesada.
-¿Ya? - le pregunté cuando apartó la pieza de acero de mi pecho.
-No. Voy a tomarte la tensión.
-Por Dios…
-Eres tú la que se encuentra mal.
-¡No me encuentro mal! Solo tengo…, no sé, como ansiedad. ¿No puedes darme una pastilla y ya está?
-¡¡Tendré que saber para qué dártela, ¿no?!! ¿Qué te crees? ¿Qué llevamos en el botiquín unas pastillitas mágicas que cagan unicornios en el País de la Piruleta para ocasiones como esta?
-Ostras, tú. Qué carácter - me amilané.
Me colocó el brazalete para tomarme la tensión y me amenazó si no me estaba quieta. Tras unos minutos de silencio, Candela se quitó el fonendoscopio y me miró con gravedad.
Autor: Elisabeth Benavent
Páginas: 631
Título original: Un cuento perfecto
Editorial: SumaNo quiero decir mucho para evitar los spoilers, pero siento que es un libro que a pesar de ser “simple”, ameno, de esos por los que simplemente nos tenemos que dejar llevar, conseguirá hacerse un hueco enorme en nuestra estantería y en nuestros corazones.
La gente que está triste necesita gente que aún lo está más para entenderse.
Elisabeth Benavent vuelve a hacerlo una vez más. Una novela en la que la evolución de los personajes es latente. Podemos ver como poco a poco rompen barreras, cambian sus pensamientos y se adentran a vivir nuevas experiencias. Rien, lloran, van y vienen.
Creo que una de las cosas que más me ha gustado es la humanidad de los mismos. No sientes que sea una novela como tal, podría ser la historia que unos amigos tuyos te están contando con un cafelito en un barecito.
Esto es la vida real, y aquí las hostias duelen y te parten el corazón.
Puede que a muchos os eche para atrás la longitud, pero dejame decirte que te va a saber a poco. ¿600 páginas? Elisabeth dame más :)
PD: Amo a las señoras de la floristería. Quien sabe sabe.