¿Qué consejo le darías a alguien que quiere iniciarse en la escritura?
No hay que tener miedo. Pongas lo que pongas en un papel, al menos dentro del ámbito de la ficción, no va a ser inapropiado, no va a ser un motivo de vergüenza para ti ni va a causar ningún desastre. El autor es alguien que experimenta con sus pensamientos y los refleja en un papel. Las reacciones que ello provoque, por muy desaforadas que sean, hablan más del que lo lee que de quien escribe.
Cambiaría mis anteriores escritos por alguno de los siguientes que voy a escribir. El proceso de maduración del que te hablé en primera pregunta siento que continúa. Así que espero que lo siguiente que escriba sea más salvable que lo anterior. Aunque esa pregunta es mejor hacerla siempre a los lectores que al autor, porque ellos son los soberanos.
Mis obsesiones como autor, al menos las que yo percibo, son el abuso de poder y la impotencia que todos tenemos ante ese abuso, nuestra incapacidad para superarlo. Por lo tanto siento que escribo mejor en los momentos en que más me atacan.
No lo tengo. En ese aspecto pienso un poco como Cervantes de los libros de caballerías, y ese fue uno de los motivos de escribir esta novela, con evidentes paralelismos con El Quijote. Creo que hoy en día estamos saturados de novela negra. El género necesita una reinvención.
Y ahora centrémonos un poco más en tu novela, "La ingeniosa investigadora Ana Quesada":
¿Cuál es la anécdota más curiosa, si la hay, mientras escribías tu novela?
Las sorpresas y las anécdotas me las estoy llevando ahora, una vez escrita, cuando hablo con los lectores. En especial, me está sorprendiendo la visión que los lectores, en general, tienen de Ana Quesada, bastante alejada de la mía.
¿Por qué Salamanca?
Soy nacido y criado allí, y la conozco bien. Una novela negra tiene que estar pegada a un lugar físico. También conozco a sus gentes, y el carácter de algunas que he conocido allí me venía bien para trasladarlo a los personajes.
Aunque parezca raro, la parte más sencilla para mí son los diálogos. Me salen casi solos, y pesan mucho en mis obras. Algún lector crítico me dice que demasiado. La parte más difícil es la misma que para cualquier escritor: llegar a expresar con la calidad literaria o poética suficiente y con la suficiente exactitud, belleza y grandeza necesarias el sentimiento o idea que quiero transmitir. Eso será una batalla eterna siempre perdida.
Soy un gran oyente de radio generalista, y si estás atento a ella, aprendes cosas muy variopintas. Por ejemplo, a mención que hacía Teresa, la ayudante de Ana, a que ella había oído anunciar en la radio ese hotel tan particular que aparece en la novela, era verdad. Un hotel muy similar a ese existe, más o menos donde se menciona en la novela, y se anunciaba por la radio.
Sin lugar a dudas, y en esto coincido con los lectores, Teresa. Creo que todos hemos conocido a alguien parecido, y todos le acabamos cogiendo cariño.
El momento más placentero para mí, como escritor, es releer por primera vez el primer borrador de novela que he escrito, siempre una vez que lo he dejado reposar. Ya he mencionado que soy muy despistado, y se me olvidan muchas de las expresiones y giros que he escrito, y cuando me los vuelvo a encontrar, me sorprendo gratamente de que yo haya podido escribir esas expresiones que me parecen que tienen cierta brillantez, aunque suene algo presuntuoso. Espero que al lector también se lo parezcan.
Si quieres añadir algo más, ahora es el momento:
No me canso de debatir con los lectores el final del libro. Yo creo que el principal aspecto que hay que cambiar de las novelas negras son los finales, y el de esta novela nadie se lo espera y ha generado algo de polémica. ¿Cuál es tu opinión, Helena?