lunes, 24 de junio de 2024

[Página 42] El estrecho sendero entre deseos

 Meneó las caderas y agitó el brazo que no tenía extendido tentadoramente hacia Bast.

Había una razón por la que Kostrel era su favorito. Era una mezcla perfecta de inteligencia e idiotez. Parecía tan ridículo que Bast se rindió y se echó a reír.

-supongo que, por una vez, puedo hacer una excepción. Pero solo porque eres tú. 

Entonces, contra todo su buen juicio y siguiendo el dictado de su corazón, Bast estiró un brazo y dejó la mano abierta bajo el puño apretado del niño. 

Kostrel paró de hacer el payaso, y abrió el puño, del que cayó un trocito de metal. Cual lágrima diminuta, brilló y destelló, reflejó la luz del sol y, girando, cayó...

...hasta posarse, liviano como una hoja, en la palma de la amano de Bast. Le golpeó el corazón como el martillo contra el yunque. Le cortó la respiración como si lo hubiesen sumergido muy hondo bajo el agua. Lo dejó aturdido como si dos rayos hubiesen caído en el árbol que tenía detrás, a pesar de que el cielo estaba despejado. 

Se le nubló la visión. Todo se tornó gris, y luego se apagó un poco más, hasta volverse casi negro; la única luz que quedaba era la del trocito de latón con forma de lágrima en el que se reflejaba el sol y que él sostenía en la mano. No alcanzó a ver nada ,más antes de cerrar los dedos como si, de repente, hubiese tenido un calambre en la mano. 




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