Alba lo miró muy extrañada. Continuaron el camino y el mayordomo abrió la puerta que había al final del puente. Estaba cerrada, pero él tenía las llaves - probablemente las de todo el lugar-, lo que no le pasó desapercibido a Alba. A continuación, con cortesía, dejó que entrara ella primero y después pasó él.
Dentro había muchas personas semidesnudas, llevaban unos trajes antiguos, sucios y denigrantes. Aunque ya no estaban en el pasillo, a la niña le pareció que estaban andando mucho y pensó que el lugar era mucho más grande de lo que imaginaba.-Alba, estas son personas que en determinado momento hicieron cosas horrendas, y por eso están aquí - explicó Flavio.
-¿Estoy en el infierno? -preguntó ella sin rodeos.
Flavio la miró muy sorprendido.
-No, querida, es una casa común y corriente. El infierno no existe, ni el cielo tampoco.
Alba no entendía ni parecía entender, así que dejó pasar esa información.
-¿Ellos quiénes son= -dijo con calma.
-Eso, querida, pregúntaselo al Primer Rey.
Al escuchar eso de "Rey" empezó a pensar de nuevo: "A lo mejor estoy en un palacio y hay tres reyes gobernando, pero ¿Cómo han llegado a mi casa, a la actualidad? Son muy modernos, pero se nota que viven en una época que no es la suya, es todo muy raro".
El lugar donde estaban era un grande y lujoso salón de baile. Había luz, muchas luces, de hecho. Los sirvientes debían cumplir la tarea de limpiar mucho el suelo para que estuviera resplandeciente, pero se quejaban constantemente porque la suciedad no salía.
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