Metió la manita en el tarro y me levantó delicadamente.
-Estás bien, ¿verdad? ¿Lo has pasado mal?
-¿Estas viva?-preguntó Babú acercándose.
-Claro que está viva, tonta.
-Viva pero muy enfadada. Yo creo que quiere hablarte, y razón tiene.
Pervinca puso voz suplicante:
-He hecho mal, lo sé. Prometo que no lo volveré a hacer, y para que veas... ¡voy a prestarle mi vestido con violetas a esta pesada! Ahora me visto deprisa y salimos puntuales. ¿Te parece bien, Feli? Háblame, por favor.
-¡Una CATASTROPESTECATASTROPESTE, eso es lo que eres! -exclamé reviviendo de improviso-. Como lo vuelvas a hacer, te daré un triturapellizco en la nariz mientras duermes, Vi, ¡y lo digo en serio!
A las siente y media las niñas bajaron a la cocina. Pervinca llevaba una chaqueta de algodón de color noche, de punto, que le había hecho Dalia y pantalones con volantes que le había bordado yo.
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